Mariana Berardi, entre la pampa argentina y Europa

Nació en Buenos Aires, y vive desde 2015 en Venado Tuerto, Santa Fe, donde crea pinturas y acuarelas atravesadas por la calma del paisaje rural y la vitalidad de los animales de la pampa.

Con experiencia en escenografía en el Teatro Colón y una formación que incluye años de estudio de artes en Francia, su obra se mueve entre la pausa del campo y la intensidad del color.

En esta entrevista, Mariana Berardi comparte cómo “el tiempo va al ritmo del tractor”, por qué en su campo no aparecen los colores esperados y qué aprendizajes de París siguen vivos en su pintura. Un recorrido por la sensibilidad de una artista que transforma la vida cotidiana en un universo pictórico.

¿Qué significa para ti vivir y crear en Venado Tuerto?

Venado Tuerto es una ciudad de 80.000 personas, de la provincia de Santa Fe, en plena pampa húmeda argentina. Está rodeada de grandes extensiones de campo, y presenta una fuerte actividad agrícola. Hace diez años me mudé con mi familia a esta ciudad para acompañar a mi marido en su trabajo. Y, sin saberlo, este nuevo lugar se convertiría en mi mayor fuente de inspiración.

Yo nací en Buenos Aires, una ciudad inmensa. Venado, en cambio, me dio pausa. Me regaló la capacidad de detenerme.

Las visitas al campo se transformaron en mi principal motor, en la necesidad de transmitir en mis obras lo que siento cuando estoy allí: la calma al contemplar la inmensidad de la naturaleza, y al sumergirme en su silencio musical. 


¿Cómo influye ese entorno rural en tu obra y tu mirada artística?

La vida rural me conmueve, me conecta con el aquí y el ahora. Los tiempos son más largos, casi inmensurables; no hay puntualidad porque no es lo que importa. Se mira el cielo para adivinar si viene una tormenta, se respira el olor de la lluvia sobre la tierra seca, arden los ojos con el guadal cuando falta el agua. Los fines de semana dependen del clima: si llueve, hay descanso; si no, se continúa con la rutina del campo.

Es un ritmo más sereno que aquel que yo traía en la mochila desde Buenos Aires. Y eso me atraviesa: la idea de detenerme en el instante en que un animal me mira, de comprender que las emociones que me despierta la pampa son únicas, propias. Y que, de alguna manera, tengo la necesidad de compartirlas: a mi forma, a mi modo, con autenticidad.

En tus pinturas, los animales de la pampa húmeda son protagonistas. ¿Qué te inspira de ellos y cómo eliges retratarlos?

Hay algo en la representación de un ser vivo que me atrapa: el diálogo silencioso entre las miradas y el vínculo invisible que se genera. Los animales de la pampa me inspiran por la nobleza y la calma que transmiten, y al retratarlos busco ir más allá de su forma, intentando capturar esa energía vital que los define.

Siento que la obra se completa recién cuando el espectador la interpela, cuando se conmueve y la hace propia. Puede ser por un recuerdo de la infancia, por su contacto con el campo o simplemente por dejarse llevar por la paleta de colores.


¿Por qué tu campo no tiene los colores “esperados”?

Nace desde mi libertad. Siempre parto de distintos recursos que me sirven de puntapié para elegir un rumbo. Muchas veces diálogo con obras de artistas que me inspiran y, desde ellas, renuevo la manera de mirar el mundo. Así, la selección de colores se convierte en una invitación a apropiarme de la obra y a retratar mis animales con mis propios valores y matices.

Alice Neel me conmueve por el uso de complementarios: logra tratar temas intensos con paletas equilibradas, generando un contraste inesperado. De Cézanne tomo su forma de observar la naturaleza, y de Sorolla, la luminosidad y el protagonismo de los blancos. Todo eso lo hago propio, transformándolo en una paleta que ya siento como mía.

¿Qué sensaciones o atmósferas quieres transmitir con tus pinturas?

Quiero transmitir calma, espera, pausa. Ese ritmo sin prisa que tiene el lenguaje del campo. Invitar a respirar campo, a dejarse envolver por los colores de la naturaleza y por esa atmósfera serena que, lejos del ruido de la ciudad, se abre en la inmensidad de la pampa.


Cuéntanos sobre tu técnica y los materiales que utilizas.

La mayoría de mis materiales son a base de agua y es el agua el fluido principal que las interpela. Capa sobre capa, superposición de transparencias, acrílico y acuarela y pigmentos diluidos son los que cubren los lienzos. Como mi trazo me da confianza en el proceso creativo, lo hago notar con pastel graso de colores. No uso negro, solo uso complementarios.

¿Cómo nace y crece una obra de tu autoría?

Mi proceso creativo nace en la vida cotidiana. A veces es detenerme en lo simple: observar las ovejas del vecino, o quedarme unos minutos dentro del auto antes de entrar a casa para mirar el atardecer. Los colores de la naturaleza me conmueven y, en ese registro sensible, voy encontrando a los animales que luego se convierten en protagonistas de mis obras.

Esos registros los llevo al taller, donde los dibujo primero en papel o directamente en el lienzo, y desde allí voy construyendo la composición. La paleta de colores puede surgir de un atardecer o incluso de un cuadro de algún artista que me inspire; eso me da seguridad como punto de partida para luego transformarlo en una paleta propia. El color en mi proceso es fundamental: es lo que marca el ritmo de la obra.


Vivir en un lugar donde “el tiempo va al ritmo del tractor” y el silencio es protagonista, ¿cómo se refleja eso en tu trabajo?

Se refleja en mi paleta, donde predominan los colores neutros, y también en mi manera de pintar. Mi técnica me pide pausas: trabajar capa sobre capa exige detenerse, esperar. Hay momentos en los que avanzar implica retroceder, y ahí estoy, en mi taller, con una taza de té entre las manos, observando cómo el proceso de secado sigue su curso sin que yo intervenga. Solo observo.

¿Qué rol tienen los títulos en tus obras? ¿Cómo los elegís?

Últimamente he trabajado mucho en los títulos, porque necesito que acompañen la intención de la obra o la atmósfera en la que la creé. Los libros me sirven de inspiración: extraigo textos o palabras que luego uso como punto de partida para elegirlos.

¿Qué aprendizajes de París siguen vivos en tu trabajo hoy?

Ser expatriada es lo que une mis dos experiencias. Viví dos años en París, en el barrio Arrondissement XVI, casualmente al lado de la embajada de Argentina. Ver la bandera de mi país flamear todos los días me recordaba de dónde vengo.

Esa sensación de extranjería me dio libertad e independencia, aún hoy que estoy en mi país. Me permite detenerme, hacer pausas y mirar distinto.

París me abrió al mundo creativo: respiraba arte en cada esquina, me atravesó el corazón y me conectó con sus entrañas. Venado Tuerto, en cambio, me regaló la calma y la observación, la pausa necesaria para mirar hacia adentro.

Un día sentí la necesidad de volcar todo lo vivido sobre los lienzos. Desde entonces, sigo en búsqueda, aprendiendo y encontrando nuevas formas de expresarlo.


Tu formación comenzó en teatro y escenografía. ¿Qué aspectos de esa experiencia siguen presentes en tu obra plástica?

De mi paso por el teatro y la escenografía conservo, sobre todo, la conciencia del público. En el escenario, cuando se abre el telón, la obra solo existe si hay al menos un espectador. En la pintura me sucede algo parecido: pinto para que las obras salgan del taller, lleguen a otras personas y despierten algo en ellas.

Participaste en exposiciones y ferias en Argentina y el exterior. ¿Qué significan para ti esos encuentros con otros públicos?

Así como me entusiasma provocar algo en el otro a través de mis obras, me interpela aún más el encuentro personal. En esas charlas se genera un diálogo entre lo que ven y lo que yo siento, y esos intercambios se convierten en un verdadero alimento para mi creatividad: me confirman que la esencia de lo que busco transmitir llega, y al mismo tiempo me regalan nuevas ideas para seguir explorando en el taller.

Conocer artistas me enriquece aún más; cada uno tiene una mirada única y soy muy consciente del valor que tiene ese intercambio. De cada encuentro me llevo relaciones y contactos que intento sostener en el tiempo, porque siento que ahí también se tejen futuros caminos.

Las exposiciones y ferias me ofrecen esa conversación necesaria que completa la obra fuera de mi espacio de trabajo, y son el motor que me impulsa a volver a la soledad del taller con renovada energía creativa.

Volver a Europa para exponer después de varios años, ¿qué sensaciones y expectativas te genera este reencuentro?

Voy a estar participando en ART 3F en Mónaco en septiembre y en Art MUC en Múnich en octubre, de la mano de la Galería Gaudí (Madrid). Estoy muy contenta de ver cómo todo lo que vengo trabajando para que esto suceda finalmente va tomando forma, y me siento profundamente gratificada. Más información sobre su trayectoria y próximos proyectos puede encontrarse en su web oficial.

Las sensaciones son muchas, pero la expectativa es una sola: llevar un pedacito de mi Argentina querida y lograr que mi obra conmueva en suelo europeo.

Europa —y en especial París— fue el lugar que me dio la confianza para conectarme con mi creatividad más auténtica. Allí descubrí un vínculo sincero entre mi mente y mis manos, una libertad absoluta en el hacer que me marcó para siempre. Hoy, volver para exponer en Mónaco y Múnich es abrir esas puertas tan deseadas y reencontrarme con ese impulso creativo que me acompaña desde entonces.

¿Qué desafíos o satisfacciones encuentras en el hecho de vivir y trabajar lejos de grandes centros artísticos?

Todo tiene su luz y su sombra.

Vivir en Venado Tuerto, lejos de Buenos Aires y de los grandes centros artísticos, me permitió crecer como artista desde un lugar propio: ganarme el reconocimiento en mi ciudad, respetando lo que ya existía e incorporando nuevas miradas con mi arte. Ese camino me dio confianza y valor para presentarme en otras ciudades y países.

Hoy, gracias a las redes sociales, las distancias se acortan y trabajo mucho para generar cercanía con mi comunidad, construyendo un vínculo auténtico más allá de los kilómetros. Las puertas de mi taller están siempre abiertas, y tuve la fortuna de recibir a personas que viajaron desde distintos puntos del país para visitarlo.

El mayor desafío de estar lejos de los grandes centros artísticos es la logística que implica llegar hasta ellos y participar con mi obra. Aun así, disfruto profundamente viajar con mis obras: cada trayecto es también una manera de expandir mi mundo y conectarme con nuevas miradas.

El trabajo de Mariana Berardi se suma a la diversidad de voces creativas que integran nuestro panorama. Puedes descubrir más perfiles en la sección Artistas.

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