La Galería Ehrhardt Flórez acoge la primera exposición individual en España del artista alemán Ulrich Wulff, cuyas pinturas recientes redefinen el plano pictórico desde una perspectiva sensorial y material profundamente vinculada a lo humano.
Ulrich Wulff (Kaufbeuren, 1975) presenta en Madrid un conjunto de obras que cuestionan las jerarquías tradicionales entre forma, color y superficie. La muestra, que puede visitarse hasta el 24 de julio de 2025 en la Galería Ehrhardt Flórez, marca su primera exposición individual en España. Con influencias visibles de figuras como Lucio Fontana, Robert Ryman o Günther Förg, Wulff lleva al límite las posibilidades del plano pictórico, alejándose tanto del ilusionismo figurativo como de la estructura racional de la abstracción geométrica.
El plano como unidad autosuficiente
Frente a composiciones basadas en esquemas externos o en series temáticas, las pinturas de Wulff se construyen desde una lógica interna. Cada cuadro se presenta como un organismo autónomo, donde la superficie no actúa como soporte de una imagen, sino como imagen en sí misma. Este enfoque remite a una tradición que conecta con Cézanne y su interés por otorgar a cada zona del lienzo un mismo peso visual.


La teoría de la Bildmaß —noción alemana que podría traducirse como “medida de imagen” o “empuje pictórico hacia adelante”— funciona como eje conceptual. Según el propio artista, esta medida no responde a proporciones fijas ni a reglas compositivas, sino a una verdad pictórica que se manifiesta en el equilibrio interno entre forma, materia y percepción.
Color, línea y materia como experiencia visual
Las obras recientes de Wulff evitan la distinción clásica entre figura y fondo. En sus pinturas, el color se transforma en línea, y la línea se convierte en masa cromática. Los contornos desaparecen o se diluyen, generando un campo visual donde las tensiones entre elementos se resuelven en un equilibrio sin centro ni jerarquías. El color no funciona como símbolo ni como representación, sino como vibración perceptiva que genera presencia.

Algunas piezas emplean tonos metálicos, como plateados o dorados, que producen destellos hipnóticos; otras recurren a gamas rosadas o moradas de difícil clasificación. Esta exploración cromática no busca una narrativa externa, sino un tipo de experiencia visual cercana a lo sensorial, como sugería John Cage con sus “paréntesis de tiempo flexibles”.
Pintura y cuerpo: una medida de lo humano
Más allá de sus referencias teóricas, la obra de Ulrich Wulff plantea una relación directa entre la pintura y la corporeidad. En lugar de abordar la superficie como un campo para representar ideas abstractas, el artista entiende la materia pictórica como una extensión del cuerpo, como una dimensión sensible donde se revela lo humano.
No hay simbolismo, pero sí una pregunta latente sobre el tiempo, la escala o la percepción. Las superficies planas, a menudo de gran tamaño, se presentan como espacios para una experiencia vital, no espiritual en sentido místico, sino enraizada en lo físico y lo tangible. La materia pictórica no apunta hacia una trascendencia, sino hacia una intensidad de presencia.
Una pintura sin centro, sin jerarquía, sin motivo
Wulff no trabaja por series ni repite motivos. Cada cuadro es resultado de un proceso intuitivo que desafía la planificación o la repetición. La superficie se convierte en un espacio de decisiones inmediatas, donde el pensamiento se materializa en gesto. En este sentido, su obra se alinea con tradiciones pictóricas que priorizan lo inmanente frente a lo narrativo o simbólico.
El resultado son composiciones en las que la vibración rítmica, el pulso visual y la densidad sensorial operan como elementos estructurantes. Como indicaba John Golding al referirse a la pintura de Kandinsky o Mondrian, se genera la sensación de que “algo está a punto de suceder”. En el caso de Wulff, ese suceso no es exterior, sino inherente al acto de mirar.
Para más información sobre la exposición, se puede consultar el sitio web oficial de la Galería Ehrhardt Flórez.