La exposición fue comisariada por Mario Gutiérrez Cru. El evento contó con el apoyo de PROYECTOR/Plataforma de Imagen en Movimiento.
“El Juego de la Madalena” es un proyecto que explora la representación de la memoria a través del reencuadre y la fragmentación de imágenes fotográficas del álbum familiar de la artista Julieta Averbuj. Tanto la propuesta expositiva como el proyecto editorial homónimo emplean el fragmento y su ampliación para capturar la esencia de la memoria.
Al expandir los fragmentos de las imágenes, se desvelaron rayaduras, polvo y hongos que revelaron el deterioro de la memoria con el paso del tiempo. Esta transformación física de las imágenes reflejan la pérdida de nitidez, la fragmentación y la transformación de los recuerdos.
“El Juego de la Madalena” hacía referencia a un juego inventado por el padre de la artista, quien da voz a los personajes de las fotografías de los periódicos, convirtiéndolos en figuras ridículas que interactúan con magdalenas. Este juego de resignificación también alude al fenómeno en el que una percepción evoca un recuerdo, tal como lo describió Proust en “En busca del tiempo perdido”.
En este sentido, el proyecto de Julieta Averbuj invita al espectador a sumarse a un juego similar, animándolo a completar los fragmentos de la memoria y otorgarles un nuevo significado.
¿Qué es (o no es) CRUCE?
Aunque atípico, CRUCE se define como una Asociación Cultural (cabe destacar que sin ánimo de lucro). Se enorgullece de su existencia ininterrumpida desde 1993, gracias a las cuotas de sus socios. Se considera cultural, aunque ha observado a lo largo del tiempo cómo ha evolucionado el concepto mismo de cultura y el papel que esta desempeña en una sociedad que, paradójicamente, anhela y se satura de actividad cultural.
Desde sus inicios hasta el día de hoy, CRUCE ha mantenido una indefinición radical y ha evitado responder a la pregunta “¿qué es CRUCE?”. Esto no implica que carezca de un propósito claro. La indefinición ha sido esencial para su existencia por diversas razones.
Solo a través de esta indefinición puede expresarse con la libertad necesaria, sabiendo que no representa ni responde a nada ni a nadie, sin preocuparse por su esencia o por alcanzar un fin que confirme su existencia, ya que no desea ser nada en particular.
Como asociación, CRUCE se ha convertido, sin buscarlo, en un modelo asociativo en al menos un aspecto fundamental: sus socios y amigos colaboran en su existencia, ignorando desde el principio qué es exactamente lo que mantienen vivo. La confianza depositada por ellos es lo único que sostiene a CRUCE.
A pesar de las múltiples actividades llevadas a cabo dentro de la asociación, sin las cuales obviamente CRUCE no podría existir, lo más importante para sus socios es asegurar la existencia misma de CRUCE.
En lugar de buscar una respuesta a la pregunta que rechaza (“¿qué es CRUCE?”), CRUCE ha adoptado otra pregunta considerada más fundamental: “¿Qué hacer con CRUCE?”. Esta pregunta se lanza como un desafío que engloba todos sus sentidos, resumiendo la amplitud de su ambición al proponer no solo un quehacer conjunto, sino también un sentido compartido de no hacer, que inadvertidamente une a aquellos que forman parte de esta comunidad.